viernes, 6 de diciembre de 2013

Salvador Dalí y Gala



La relación entre Salvador Dalí y Gala podría incluirse entre las grandes pasiones de la humanidad, aunque no responda exactamente a los tópicos de una historia de amor. La fuerte personalidad de Gala no sólo enamoró al joven pintor español, sino que inspiró gran parte de su obra. Los primeros días de su delirante romance, que se prolongaría hasta la muerte de los protagonistas, dan muestra de lo excéntrica y apasionada llegó a ser su relación. La relación de Gala y Dalí fue complicada y basada más en el arte que en el amor, pues siempre se ha dicho que el autentico gran amor de Dalí fue García Lorca. Sin embargo, la indefinición sexual del genial artista y su miedo al sexo hicieron que nunca llegara a aceptar al poeta.

Gala (o Helena Ivanovna Diakonova, su nombre real) por entonces casada con el poeta surrealista francés Paul Éluard y poseedora de una generosa lista de amantes, llegó a Cadaqués en verano de 1929 para pasar unas vacaciones acompañada por algunos amigos. Al parecer, Dalí se sintió inmediatamente atraído por la belleza y desinhibición de la misteriosa rusa, e hizo todo tipo de extravagancias para llamar su atención: usó perfume de estiércol de cabra, se manchó las axilas de sangre, se puso collares de perlas y un geranio rojo en la oreja, fingía histéricos ataques de risa... Excentricidades en parte inútiles, puesto que Gala ya sentía una cierta curiosidad por el pintor antes de llegar a Cadaqués: “Éluard no hacía más que hablarme de ese guapo Dalí. Era casi como si me estuviera empujando hacia sus brazos antes de que lo viera”, comentaría años después. En cualquier caso, animada o no por su marido, pronto empezó a flirtear con el pintor. Según los amigos de Dalí, la presencia de Gala cambió al pintor de un día para otro. Le dedicaba la mayor parte de su tiempo, hablaba continuamente de ella y empleaba buena parte de su ingenio en llamar su atención. Luis Buñuel, quien por aquellas fechas también se encontraba en Cadaqués para colaborar con Dalí en el guión de La edad de oro, lo encontró “transfigurado y trastornado”, hasta tal punto que renunció a trabajar con él. Esta fascinación repentina del pintor por la que llegaría a ser su musa se ve reflejada en parte en el hecho de que Dalí considerase un “signo premonitorio” la coincidencia del nombre de Gala con el de su abuelo Gal, el cual se había suicidado años atrás.

El encaprichamiento de Dalí con Gala sembró la discordia entre los amigos y familiares de éste. Buñuel se quejó de los celos que sentía Gala por la relación entre los dos amigos, tanto que intentó destruirla. En cuanto a la conservadora familia de Dalí, el hecho de que el joven e inhibido pintor saliera con una rusa afincada en París, casada y sexualmente desvergonzada, constituía todo un escándalo. La primera decisión al respecto del padre de Dalí, el 26 septiembre del 29, fue cambiar su testamento: Salvador recibiría el mínimo prescrito por la ley, y el resto sería para su hermana Anna Maria. No tardaría mucho en echarlo definitivamente de casa, renegando de él y rechazando cualquier tipo de relación entre ambos. En en señal de protesta, Dalí se rapó la cabeza. Se casaron en 1932.

A finales de septiembre Gala volvió a París para reunirse con su marido, llevándose con ella varios cuadros de su amigo Salvador. En la ausencia de su amada, Dalí se entregó febrilmente al trabajo, y finalmente decidió viajar a París, donde se estrenaba su película Un perro andaluz y donde esperaba reencontrarse con Gala. De allí salieron ambos de vuelta a España, en lo que se denominó como “un viaje de amor”. A pesar de que Gala volvería temporalmente al lado de su marido, este viaje fue definitivo para fortalecer su relación. Poco tiempo después Gala lo abandonaría todo para trasladarse junto a Dalí, del que no se separaría hasta su muerte, en 1982.

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